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#Nota

#Vanina Oneto, de fierro

#NotaDeTapa

Con un rol destacado en la transmisión de los últimos Juegos Olímpicos realizada por la TV Pública, la exdelantera y periodista aportó su grano de arena para la obtención del Martín Fierro al mejor programa deportivo de la temporada 2012. Vanina Oneto reflexionó al respecto en HockeyRD y además ahondó en la profesionalización en Las Leonas. Según sostuvo, la unidad y la armonía del grupo, además del futuro como persona de cada jugadora, no son temas que deban dejarse de lado.

Aunque no es consciente de eso, su imagen se transformó en uno de los principales íconos que reflejan la historia del hockey femenino nacional y sobre todo de Las Leonas. Junto a otros nombres, entre los que tiene un lugar asegurado Luciana Aymar, el rostro de Vanina Oneto no puede faltar si el objetivo es armar un salón de la fama imaginario y superexclusivo. Su vincha roja y su grito de gol con los brazos elevados hacia el cielo están todavía intactos en la memoria de muchos. Y ni hablar de su estilo de juego: Fue una de las últimas grandes delanteras de área que vio la disciplina a nivel internacional. Prueba de esto es el resultado que arroja Google cuando se busca el término: “La Batistuta del hockey”. Hagan el intento.

Así como lo hizo el mismo deporte del palo y la bocha, ella trascendió las barreras de la disciplina y se instaló en la sociedad. Tal vez su rol como periodista en Canal 7, con llegada a todos los hogares del país, hicieron posible que en la actualidad su rostro sea fácil de reconocer por personas de distintas generaciones. Quién no la conoce por su paso en Las Leonas, la conoce por su trabajo en la pantalla chica. Eso y más hacen que Vanina Oneto sea palabra autorizada para hablar del seleccionado.

-¿Cómo era ser Leoncita en el comienzo de la década del '90?
-Con suerte había un torneo por año. Había un sólo sintético en el país y era el de Obras, con una superficie complicadísima. Cuando se rompió terminamos en las canchas de Marangoni. En esa época todas habíamos terminado el quinto año, estudiábamos a la mañana, trabajábamos a la tarde y entrenábamos de noche. No recuerdo muy bien el horario, pero sí que llegaba a mi casa a la 1.30hs de la madrugada y los padres nos esperaban en las paradas de los colectivos. De casualidad te daban uno o dos palos al año en el seleccionado. En los entrenamientos teníamos15 bochas y si tirabas por fuera del alambrado, había que ir a buscarla y no podías volver sin traerla. Era otra cosa, porque entrenábamos dos o tres veces a la semana en pasto y después pasábamos al sintético. Eso nos generaba problemas y sobre todo falta de precisión. En una gira que hicimos a Estados Unidos, conocimos por primera vez un verdadero sintético y nos sorprendimos al ver la calidad y cantidad de bochas perdidas alrededor ¡Eran todas Kookaburra! Nos trajimos un par (risas)

-Una realidad muy lejana a la actual.
-Me marcaron mucho unas palabras de “Chiche” Mendoza, quien cansado de vernos siempre admirando lo de afuera, nos dijo: “Esto es lo que hay y esto es lo que tienen. No piensen en lo que podría haber, porque ésta es nuestra realidad. O se acostumbran o nos pasan por arriba”. Tenía razón, no tenía sentido estar mirando que las demás estaban mejor que nosotras, porque esa era la realidad. Con decir que nunca tomábamos gaseosas en los torneos, siempre había agua de la canilla, porque nadie podía pagarla. Eso fue así hasta 2001 o 2002.

-Claro, no existía el respaldo económico con el que se cuenta ahora en juveniles.
-Se tardó mucho en apostar al junior. En realidad se tardó mucho en apostar al hockey, porque en ese momento ni se apostaba por él. Había rifas para comprar uniformes, rifas para los viajes... Creo que lo único que no pagábamos nosotras eran los palos y la ropa. Sé de gente que estuvo antes que yo, que le tocó pagar pasajes. Nos comprábamos uniformes para no quedar mal delante de las demás delegaciones y después, con sorteos, buscábamos recuperar el dinero. Recibíamos mucha ropa de los varones y las adaptábamos a nuestro físico.

-¿A mediados de los '90 apuntaban al boom?
-En esa época el grupo sólo quería clasificar a los Juegos Olímpicos. Cuando se va Daniel Portugués, llega Rodolfo “Chiche” Mendoza y modifica el sistema de juego y arma una defensa mucho más sólida. Va de atrás hacia adelante. Él tiene mucho que ver con la entrada de Cachito Vigil. Con esa base defensiva, con el doble líbero y dos delanteras, logramos ganar el Mundial Junior Terrassa 1993, algo que nunca estuvo en nuestras cabezas. Nuestro gran objetivo en ese momento era entrar en semis. En lo físico, entrenábamos mucho fondo. No había un pique, no había una pesa. No estaba ese concepto. La modificación de entrenar al estilo Rugby-Fútbol arranca con Cachito, y Luis Barrionuevo nos lleva al formato atlético. Chiche, antes, es el que genera el primer recambio generacional.

-Esos cambios ayudaron a que Argentina acompañara también, de alguna manera, la evolución del hockey internacional en estos últimos años...
-Sí, igual con el otro sistema también nos había ido bien. Salimos campeonas del mundo en 1993 y subcampeonas en mayores al año siguiente. Lo que también nos pasaba en ese entonces era que nadie tenía un video de Argentina. Nadie sabía cómo jugábamos ni a qué se enfrentaban. Nadie nos analizaba.

-Pasaron 13 años del nacimiento de Las Leonas y el hockey se transformó en el deporte femenino por excelencia ¿Sos consciente de esa inserción en la sociedad?
-La ficha tarda en caer. Cuando sucedió, no lo vi. En Sydney, si no me equivoco, fue el primer Juego Olímpico en el que se usó e-mail. En los primeros días, solo nos escribían familiares y amigos, pero cuando empezamos a pasar de ronda nos llovían mensajes. Cientos y cientos. “¡Aquí hay gente que no es del hockey!”, decíamos sorprendidas. “¡Hola, no juego al hockey pero las estoy siguiendo por televisión!”, nos escribían. Esa era la única noción que teníamos de lo que sucedía aquí. Recién nos dimos cuenta del verdadero descontrol que generamos cuando llegamos al aeropuerto de Ezeiza. Habían autos estacionados al costado del camino, con carteles y banderas saludándonos… Y al día siguiente terminamos en la tele con Tinelli, con Susana y con Repetto, entre otros. Nos premiaban y hasta entrábamos gratis a los boliches. Creo que esos seis o siete meses supermediáticos generaron un impacto popular espectacular. Llegábamos a la gente. Recuerdo que me escribían diciéndome: “Mi hija quiere jugar al hockey por ustedes” y yo pensaba que todo era parte de una joda que me estaban haciendo. Eso se capitalizó muchos años después. Sí soy consciente de que cada vez se inauguran más canchas y que el club social de tu barrio, que nunca tuvo hockey, ahora lo practica.

-¿No lo asimilás porque hoy por hoy todo eso parece algo normal?
-Sí, hoy es normal. Si un club actualmente no tiene hockey, no se entiende. Recuerdo que nos llamábamos entre nosotras, sorprendidas porque se inauguraba la tercera cancha sintética en Buenos Aires, por darte un ejemplo. Nos juntábamos e íbamos todas de onda. No éramos para nada comercial, no teníamos idea de qué era eso. No era que nos llamaban desde Mendoza y pedíamos que nos paguen el pasaje. Toda la parte comercial nace más tarde.

-Pasa que ustedes hicieron el trabajo sucio de alguna manera.
-Abrimos el camino y me encanta, me quedo con esa parte.

-¿Después del 2000, sucedieron cosas que de alguna manera te sorprendieron por el alcance del boom?
-Lo primero que me shockeó fue el Olimpia de Oro en el 2000. Lo que pasa es que vos sos la misma que tiempo atrás te entrenabas con 15 bochas y 20 conos, y de repente pasás a estar arriba por una elección de la gente. Porque vos seguís siendo la misma. A mi me llevó mucho tiempo entender qué es lo que una representaba estando ahí. Con decirte que después del 2000, Maradona nos invitó a su cumpleaños ¿Entendés lo que era eso? Nos llamábamos entre nosotras gritando: “¡Nos invitó el Diego!” No podíamos creer la suerte que teníamos en ese momento. Pero también recuerdo que muchas gente nos dijo en ese momento que era suerte y que había que ratificarlo con podios.

-Y lo hicieron.
-Claro, pero estábamos a prueba. Si después perdíamos todos los torneos, no habría tenido sentido el boom. Cuando ganamos la Champions 2001 y después de obtener el Mundial 2002, fue que nos la creímos en el buen sentido y nos dijimos: “Somos las mejores, somos un equipazo”. En ese torneo yo me fracturé y el equipo no se cayó. O sea, llegamos al punto de que no se sintiera una baja importante. Ahí nos dimos cuenta que éramos grosas. Si hasta nos invitaban a programas y cuando nos presentaban, nos sorprendíamos al escuchar todo lo que habíamos ganado.

-Siempre se habló mucho de los valores que conlleva ser una Leona, ¿eso es un tema pautado?
-Los primeros años de Las Leonas nos unieron mucho como grupo. Existieron torneos bueno y otros malos. La sensación era de que podíamos sacar lo mejor de nosotras en cualquier momento y eso nos generó mucho aprendizaje. Todas aprendieron a encontrar su espacio en el equipo y a todas nos llevó un tiempo entender que éramos un grupo y que lográbamos los resultados por un trabajo grupal. Nunca se habló, pero fluyó esto de que cada una ocupa un espacio muy importante y que las que están afuera cumplen un rol determinante. De eso sí recuerdo que dialogamos. Era importante que quien estuviera afuera sin poder jugar se encargara de tirar para adelante y contagiar una onda positiva. No recuerdo con quién lo hablé en su momento, sobre buscar que el equipo no estuviera tan arriba cuando ganaba ni tan abajo cuando perdía. Creo que achicar esas ondulaciones anímicas nos llevaron a entender, tal vez sin saber, cómo era trabajar como grupo. Son valores que se van puliendo y todas pusimos nuestro granito de arena. En algún momento, cuando se necesitó que existiera una unidad y que el equipo se cerrara, se logró.

-Pero se fue dando solo.
-Sí, nunca se pautó. Quizá después del 2002, pero pasa que yo me fui un año al quedar embarazada. Jugué el 2004 con el rollo en la cabeza de haber dejado a mi hija y no estaba tan pendiente de cómo estaba el grupo. Ya para el 2004 el equipo era mucho más profesional, pero el actual lo supera. Antes yo sentía que si nosotras no estábamos bien como grupo, jugábamos mal. Si estábamos bien, la rompíamos. Eso en mi época era supernecesario.

-¿Crees que eso pasa con el grupo?
-No sé, no conozco mucho la interna, pero me parece que hoy en día se pueden abstraer más. No sé si son todas amigas… Creo que somos todas latinas y tenemos sangre caliente. Yo, si estoy peleada con vos, en la cancha no te paso la pelota ni a palos. En aquel momento terminamos siendo todas amigotas, porque compartíamos más cosas que con tus propias amigas. Por esa razón se genera un vínculo mayor. Por darte un ejemplo, Mariela Antoniska termina siendo madrina de mi hijo. Con camadas de los '90 nos seguimos llamando para los cumpleaños. Se termina formando un vínculo tan fuerte, que vos decís: “No soy amiga, pero no puedo estar mal con ella”. Creo que en el equipo no se puede jugar enojada con una compañera.

-Puede haber amistad, pero a la hora de jugar todas tienen puesta la misma camiseta..
-Entre algunas hay amistad y con otras nacerá otra amistad. Yo lo he visto en Holanda, que estaban peleadas y no se hablaban, pero cuando entraban a la cancha lo hacían empujando todas para el mismo lado y eran una máquina. Yo me sorpendía cuando veía eso, pero no eran ni amigas. Cuando jugaba allá, una vez fui al cumpleaños de una compañera y vi que sólo había cuatro chicas del plantel. Entonces le pregunté por el resto y la respuesta que tuve fue: “No, el resto no son amigas”. No podía entender eso cuando acá, en Argentina, es común invitar a la primera y a la intermedia. Allá se entrenaban de la mejor manera y compartían una cerveza en el tercer tiempo. Se pasaban la pelota a pesar de que un par no se hablaban y en la cancha sí. Yo creo que acá eso no podría funcionar. Acá debe haber, como mínimo, relación y respeto. No digo amistad.

-¿Es uno de los puntos negativos de la profesionalización?
-Vamos a poner “profesionalización” entre comillas. Me parece que a medida que las becas fueron aumentando, las cosas cambiaron. A mí lo que me deja una interrogativa es que en cualquiera de los procesos que viví, había un tiempo para dedicarle al estudio y al trabajo. Me da un poco de temor porque lo de las becas tiene una vida muy finita y siendo mujer, más finita todavía. O posponés tu maternidad hasta casi los 40 o se te termina a los 30. Y no te puedo explicar lo difícil que es volver después de ser madre. Lo que me da miedo es el “después qué”. Antes, no había opción porque vos sabías que si no estudiabas ni trabajabas, estabas muerta. No había becas. Aclaro que me parece genial que las becas estén altas y que las chicas y los chicos se puedan dedicar de lleno y ser profesionales. Pero me gustaría que sean conscientes de que esto es finito. Tienen que armar un plan para el futuro, porque el agujero que te genera dejar la Selección no es fácil de llenar y que te dejen, menos. Vos no sabés cuándo vas a dejar de formar parte. Si planificaste algo y te bajan de un plumazo, ¿qué haces? A eso le tengo miedo, porque yo he visto a gente que ha estado muy deprimida y otras que lo han llevado mucho mejor.

-¿Cómo manejaban esos tiempos antes?
-Todo fue cambiando. Antes vos le decías a Chiche Mendoza que el viernes tenías un parcial y te permitían faltar el jueves y viernes. Con Cachito, decías lo mismo y te liberaban el viernes, porque había otra exigencia. Con Chiche viajábamos una vez al año y con Cacho, dos o tres. Eso te va llevando. Aclaro que yo tampoco fui la más estudiosa de todas, porque hice cinco carreras hasta que me decidí, porque nada me dio la adrenalina que me dio el hockey y esto es lo más cercano que encontré. El después de Las Leonas me da terror.

-Queda claro que te preocupa mucho el impacto que pueda llegar a tener en la persona el vacío de ya no estar en el plantel…
-Sí, pero no sólo a nivel de un desarrollo personal. Me encanta cuando leo noticias sobre el lanzamiento de los proyectos que hoy por hoy tienen las chicas, porque se ve que están pensando en algo más además de ser Leonas en lo que respecta a una realización personal. No digo que esté mal, pero me parece que en este aspecto las cosas cambiaron y son distintas. Cuando dejás de ser Leona, en seis meses se terminó la exposición y el llamado de los medios. Ese paso es muy difícil. Cómo hacer para no llegar al bajón. Hay que ser realistas, porque es hermoso ir a Jujuy y no poder caminar porque la gente te quiere saludar. Eso le va a pasar a los futbolistas para toda la vida, pero no a una jugadora de hockey. Eso es lo negativo.

-La realidad es dura y dice que si no estás en los medios, no te reconocen.
-Es así. Hoy, si agarrás a una nena de 12 años, a menos que haya tenido una familia muy fanática, estoy segura que no conoce a las Leonas del 2000. No tiene idea porque ya pasó. Y eso le va a pasar a todas, a excepción de Luciana Aymar, que es la más grande de todos los tiempos. Pero cuando ella deje el deporte, también va a tener que trabajar esto para no caerse.

-Debe ser muy duro que de pronto te dejen los medios, y hasta que la gente te deje de reconocer por no estar en el plantel.
-Yo te hablo desde mi experiencia personal, en la que yo decidí dejar porque quería tener otro hijo. Siento que a mi no me pegó tanto como le pudo haber pegado a otras en todos estos años. Porque yo ya había cumplido un objetivo, que era tener un hijo, y volví con un desafío personal y después quería tener otro hijo. Igual, hay momentos en los que la pasás mal. Hay momentos en los que extrañás. Yo he llegado a ir embarazada al CENARD a ver a las chicas y por ahí ninguna era mi gran amiga, pero necesitaba estar ahí y charlar con ellas. Necesitaba estar. Cuando te acostumbrás a compartir el día a día con las chicas, de golpe tenés que aprender a repartirlo entre tu otra gente. Eso le pasa a todas y hay que acostumbrarse a manejarlo.

-¿Por qué crees que no se piensa en el futuro?
-A nuestra camada nos llegó y nos pegó. Nos llevó tiempo analizarlo. Hoy por hoy este sistema le permite a una Leoncita tener una beca y su agenda con el seleccionado hasta le puede llegar a complicar sus estudios en el colegio por el doble o triple turno. Yo no estoy de acuerdo, para nada. Entiendo que hay que aumentar la intensidad antes de los torneos, pero me parece que falta alguien que guíe y plantee: “Después, ¿qué vas a hacer?”. Esto es re lindo por las medallas que se ganan y no lo vas a poder comparar con nada, pero se termina. Después, no podés vivir del recuerdo. Le tengo miedo, porque en algún punto lo sufrí yo, que terminé estudiando periodismo porque mi esposo me presionó para hacerlo. No me daba el lomo para estudiar y yo necesitaba trabajar. Hoy no necesitan trabajar porque hay una beca interesantísima, entonces yo no te digo que metas 18 materias por año, pero sí que descubras tu vocación. La podés ir llevando de a poquito.

-Y en tu caso, después del seleccionado, ¿cómo se da tu llegada al periodismo?
-Cuando volvimos de Sydney 2000, me llamó Quique Wolf para una charla y comencé a dar varias con él. Me convenció para que iniciara la carrera en su escuela y a mí me daba un poco de vergüenza, porque los demás estudiantes eran más chicos que yo, pero finalmente empecé en el 2002. Recuerdo que el que me hinchaba mucho para que lo hiciera era Andrés, mi marido. La terminé en 2005 y no estaba segura si era lo que me gustaba, hasta que me tocó hacer los especiales previos a los Juegos Olímpicos 2008 para Canal 7. Ahí llegué a sentir algo parecido a entrar a una cancha. Me volví una apasionada de los deportes olímpicos. Vi la campaña de todos los argentinos y sentía que era yo la que competía día a día. En varios momentos tuve que irme porque no podía parar de llorar, como cuando Walter Pérez y Juan Curuchet ganaron la medalla de oro en ciclismo. Así lo vivo. Trato de que no, pero a veces me saco con los partidos de hockey. Eso es lo que más me gusta del periodismo.

-¿Y puntualmente la transición cómo se dio?
-Terminé la carrera en el 2005 y antes del Mundial del año siguiente en España, cuando yo ya había comprado los pasajes para ir a apoyar a las chicas, me llamaron de Canal 7 y me dijeron que iban a empezar un programa deportivo llamado “Rumbo a Beijing 2008” en vivo los domingos. Al mismo tiempo, se comunicaron conmigo desde ESPN para proponerme también comentar los partidos del Mundial. Llamé a la agencia y cancelé los pasajes, obviamente.

-Tu paso por Canal 7 hizo que tu imagen quedara muy ligada a la televisión pública y ayudó también para que el hockey entrara en los hogares del país ¿Eras consciente de eso?
-No, no lo había pensado así. Pero es verdad. Al tratarse de un canal abierto, llega a muchos más lugares…

-Más allá de los logros de las chicas, vos también hiciste tu aporte en este tiempo para lograr que el hockey se instale en los medios, ¿no te parece?
-Sí, entiendo. Está bueno mirarlo desde ese lado. Sí, es cierto porque más allá de lo que se dio en el cable, con un canal de aire se alcanzó rincones que antes no se llegaba. Me cuesta verlo como que yo colaboré. Siempre lo veo como que tuve suerte, porque me llamaron para hacer el trabajo.

-De alguna manera, eso también te permite estar entre las tres caras que más identifican al hockey en Argentina.
-Creo que a cualquiera de nosotras que nos pregunten eso, nos va a costar verlo así. Cuando escucho a la gente que me recuerda por la vincha roja, me da una emoción increíble. Pero uno va perdiendo esa perspectiva… Sé que algunas fuimos más referentes que otras, por la forma de ser o por otras razones. Es un mimo al ego, pero nunca lo tengo presente. Si lo analizo, siento que tienen razón y hay un par que seguimos siendo ícono de aquel Sydney 2000. Mi marido me suele decir que debería creérmela un poquito más, pero me cuesta hacerlo. Todo ayuda, como lo hace la exposición mediática que todavía sigue ligada al hockey. El otro día, una madre le contaba a una nena quién era yo y eso también ayuda, porque esa nena no tenía ni la más pálida idea de quién era.

-Y en estos tiempos, lo más probable es que esa nena haya ido a Google y te haya buscado para conocer más…
-Me pasó. Una mamá del club me dijo que me había visto en un partido contra Nueva Zelanda. Yo le pregunté si lo habían pasado por un especial en la tele y me respondió que no, que lo había buscado con su hija en Google. Yo nunca googlee un partido. Todos los que tengo, los tengo en VHS (risas)

- Ahora, el Martín Fierro que ganaron también hizo su gran aporte para que tu imagen se reinstale nuevamente en la agenda.
-Vamos a aclarar que el reconocimiento no me lo gané yo. Lo hizo el equipo que trabajó en el programa y que a su vez es el segundo consecutivo que se logra, porque también se lo obtuvo por lo realizado en Beijing 2008. Esto es un premio grupal y así como en Las Leonas ganábamos por un trabajo en equipo, aquí se dio lo mismo. Es un premio a todos los que hemos laburado un montón, donde una de las caras que estaba ahí dibujándola y haciéndose la que era linda después de 17 horas de transmisión era yo. Me siento responsable y parte de este Martín Fierro. Nunca imaginé que en otro ambiente fuera del hockey llegaría a conseguir algo tan importante como esto. En el club me hacen bromas y me dicen que me falta el Oscar (risas) Nunca vi nada de lo que hice y no tengo ni idea de cómo doy en cámara, porque no me gusta ver mi imagen. Me pone refeliz porque sigue ganando el deporte olímpico, por sobre el fútbol. En la transmisión de los premios salió todo editado y no se vio, pero cuando agradecimos el premio en el escenario, yo dije que esto era la realidad, porque gracias a los atletas y a la gente que nos acompañó permitió llevar a la camiseta argentina lo más alto posible.

-Como delantera marcaste un estilo particular, que con el tiempo fue desapareciendo y encontró en Ale Gulla a la última que se asemejó. ¿Crees que desapareció el 9 de área?
-Nunca lo había pensado. Sole García tenía un poquito de eso también y Ale Gulla era más corredora que yo, pero no existen más ese estilo. Desapareció. El hockey mutó a un sistema atlético. Si bien yo terminé jugando con un sistema en el que el primer defensor era el delantero y el esfuerzo era de todos, hoy el 9 de área no existe más en ningún equipo. Creo que por un par de años más no van a existir, pero van a volver. Vamos a volver (risas). Para mí, la última gran 9 de área y que yo hubiera pagado la entrada para ver, fue Soledad García en Londres 2012. Ella, como 9 de área en Londres, hubiera hecho destrozos. Podía hacer ese trabajo. Después, no he visto nada igual en otro lado. En el club vi a un par de niñas, pero tienen otro formato de juego. El 9 vintage, vuelve.

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